Haciéndole caso a la agenda – Petite Maman
Como si de un mercachifle de
barraca de finales del XIX se tratara en “Un pasen y vean damas y caballeros”
de manual mi ejemplar escribía sus virtudes sobre papel rosa vendiendo que en
su tripa no solo encontraría lo habitual en este tipo de artículos sino que
además hallaría citas inspiradoras, efemérides ilustradas, un calendario de
frutas y verduras, listas para anotar mi progreso cultura a lo largo del año y
recomendaciones de películas, cómics y libros. ¡La caraba oigan! Una
excentricidad exquisita para urbanitas con poco criterio y muchos complejos a
los que les encanta figurar y resaltar en el yermo cultural en el que
supuestamente viven.
Sea como fuere soy de esas
personas proactivas a las que les gusta aprovechar todo lo que pasa por sus
manos o desfila ante sus ojos y con furia visigoda ataque la agenda revelándole
algunos de mis secretos, anotando mis
quehaceres diarios y devorando todas y cada una de las minúsculas perlas que
sus páginas están dispuestas a brindarme ya que, a fin de cuentas, no le llaman
a uno todos los días pequeño milagro cósmico.
Y el primer día del año, que tuvo
a bien caer en domingo, entre un enorme recuadro destinado a anotar los
muchos (o pocos, según la ambición del
usuario) propósitos de Año Nuevo, una efeméride sobre un loro que exaltaba al führer
en el zoo de Berlín a mediados del siglo pasado y una cita del poeta Jean Cocteau me topé con la primera
recomendación semanal de índole cultural que la faja anunciaba con sobrias
letras azules y se trataba de una película, pero no de una película cualquiera
sino Petite Maman, el quinto
largometraje de Céline Sciamma
cineasta, con cierto parecido físico al cómico Joaquín Reyes, que no
solo se encarga de dirigir sino que además firma el guión de este film
tremendamente bien considerado por los circuitos de cine independiente y los
descerebrados de los críticos que pululan por Rotten Tomatoes.
Mi agenda dice sobre la obra de marras: “Céline Sciamma aborda las relaciones maternofiliales y construye una
fábula delicada y melancólica sobre la amistad entre dos niñas. Una gozada”.
Y animado por esta pequeña sinopsis, su poca duración (70 minutos) y a que la
podía disfrutar en la única plataforma que actualmente tengo contratada decidí
verla a pesar de que mi relación con el cine francés es prácticamente
inexistente y mis prejuicios hacia la producción cinematográfica gala profundos
desde que me arrastraron a los Cines Princesa, en la Plaza de los Cubos, en el
lejanísimo 1997 a ver el dramón Ponette (1996) de Jacques Doillon en
versión original como actividad cultural complementaria a la clase de
francés.
Esto no quiere decir que en los
últimos 25 años no haya visto alguna que otra película francesa aunque trate de
poner tanta tierra de por medio como me sea posible de alguna de las 15 cintas
que se estrenan bajo el socorrido paraguas de “la comedia francesa del año” en
nuestro país. Pero basta de yo, yo, yo…ustedes (los pocos) están aquí para
saber que me ha parecido Petite Maman,
film que, según la página web del Ministerio de Cultura y Deporte, vieron en cines
24.318 almas (y muchas me parecen) el tiempo que estuvo en las pocas salas que
la proyectaran en otoño de 2021.
En sí la película es un episodio
de La dimensión desconocida (The Twilight Zone) bañado en esa melancolía mezquina que el
cine con ciertas pretensiones culturales y dogmáticas tiende a imprimir en su
producción y que parece gritar (desde su diminuto púlpito): “borregos de la
cultura de masas os estáis perdiendo lo bueno”. Bien, la trama gira
entorno a una niña de 8 años (que camina como Fraga Iribarne en las últimas) llamada Nelly que acaba de perder a
su abuela. Mientras ayuda a sus padres a vaciar la casa en la que su madre
creció conoce en el bosque colindante a una niña muy parecida a ella misma con
la que entabla amistad y con la que termina compartiendo un sorprendente
secreto que a poca ficción que hayan consumido (y esta no tiene que ser
especialmente sesuda) verán llegar desde lejos y haciendo ruido.
Como entenderán no estoy en absoluto familiarizado con la filmografía de
Céline Sciamma pero en Petite Maman no he visto absolutamente
nada en ella ni como directora, ni como guionista. Visualmente es plana hasta
aburrir a pesar de que el tono de la película así lo exige y la historia, más
allá del subtexto que le quieran buscar los amigos de lo injustificable, peca
de poco original y previsible. A pesar de todo esto el film en sí no me
disgustó; juegan a su favor su escasa duración y presupuesto modesto (casi 3
millones de euros). Si a eso le añaden lo inofensiva que es (por delicada), su
armonía y sencillez como fabula funciona, pero querer ver más allá de lo que
ofrece y escribir palabras altisonantes para epatar al personal como: “Una
de las experiencias más transformadoras que nos ha ofrecido el cine en los
últimos tiempos” cuando estoy absolutamente convencido de que dentro de
cinco años no se va a acordar nadie de ella es pasarse de frenada y mucho.
¿Se ha equivocado mi prodigiosa, peculiar, pintoresca y rimbombante
agenda con su primera recomendación cinematográfica? Diría que no pero tampoco
calificaría como gozada esta discreta e insípida cinta dramática de 2021.
César del Campo de Acuña.